lunes, 26 de abril de 2010

Día Mundial de Lucha Contra la Violencia de Género: El monstruo escondido… en el supermercado.




Al respecto quiero compartir algo que me sucedió hace un par de semanas.
Casi a la hora de cenar, y con todo el cansancio de final de jornada, fui hasta el supermercado que está frente a mi casa para comprar dos o tres cosas de último momento.
Busqué, encontré, y sin mucho trámite me dirigí a la caja rápida.
Cuando me estaba acercando, ya casi estaba saludando a la cajera, un señor me esquivó, se adelantó y se colocó primero, frente a la cajera.
Decidí que no tenía energías para reclamarle y mucho menos para discutir y pensé : “ok, que le aproveche”.
Pero unos segundos después el hombre – que estaba acompañado de una niña de unos 5 años de edad – comenzó a sacar los productos de su carro y eran unos … 150!
Entonces, sin decidirlo, le dije que no sólo me había pasado por alto sino que estaba en la caja rápida, donde se puede pagar hasta 10 productos. El hombre me miró con desprecio y me dijo que evidentemente mi nivel era muy bajo y acababa de bajar mucho más.
Yo le respondí preguntándole si mi comentario era de bajo nivel o su actitud y él me devolvió una frase acerca de “en qué cosas se fija una mujer cuando no es feliz”…
Yo murmuré “qué tonto” (juro que ése fue el término)
El hombre se transformó. De pronto parecía un matón, y se acercó, con el pecho hacia afuera y la cara pegada a la mía y comenzó a gritarme
“- ¿Qué dijiste?”
“- A mí no me vas a insultar, porque yo te voy a reventar a trompadas”
A lo cual respondí
“- A mí no me vas a tocar y si lo hacés voy a llamar a la policía”
Pero el hombre, lejos de amedrentarse levantó su mano derecha y anunció que me iba a dar una cachetada …..
En ese instante la cajera se levantó, me tomó por los hombros y me sacó de allí.
Me llevaron a una oficina y me trajeron una botellita de agua. Alguien me dijo que estaba pálida y yo sentía que todo mi cuerpo temblaba. El hombre siguió sacando los productos de su carro, como si nada.
El encargado del supermercado y la cajera me suplicaron que esperase a que el hombre se hubiera ido para salir de allí y hasta me ofrecieron acompañarme hasta mi casa. Yo llamé por teléfono a mi hijo mediano, Lior, y le pedí que viniera a buscarme
“-Lior, necesito que vengas al supermercado, un tipo me quiere pegar”, le dije
“-¿Quéeeeeeeeee?”, fue la respuesta de Lior, más que asombrado.
A los dos minutos estaba allí y cuando me encontró, temblorosa y pálida, no podía creer lo que le estaba contando.
Esperamos un ratito, terminé mi botella de agua y nos fuimos a casa.
Lior no salía de su asombro, y más tarde, durante la cena, le comentó la anécdota a los hermanos, y dijo en broma: “cuando alguien te llama y te dice: vengan, hay pelea, siempre es un chico de la escuela, pero tu mamá…”
Me quedé pensando en ese hombre, qué hará, cómo será. Cómo se comportará en su casa si así lo hace en público, en el supermercado y por una pavada.
Me quedé pensando en la nena, que lo miraba y esperaba a que su padre termine de amenazar y casi golpear a una mujer desconocida. Seguramente crecerá con la certeza de que así son las cosas, que las mujeres que dicen lo que piensan se arriesgan a recibir una cachetada y ni hablar si se pasa un poco de la raya … cualquier castigo es aceptable.
Y cuando llegó el Día de la Lucha Contra la Violencia de Género me acordé de ese hombre, que parecía un pacífico padre de familia haciendo compras con su hija y de pronto dejó salir al monstruo que escondía dentro. Y en cuántos hombres como ése hay en este mundo, cuántos monstruos violentos se esconden tras la fachada de un pacífico hombre de familia, cuántas mujeres piensan que así son las cosas, y cuántas sufren la humillación, los golpes y el maltrato.

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